Situada al sur de la Penìnsula Ibérica, Sierra Nevada es uno de los macizos montañosos que conforman la orografía de Granada. Debido a su altitud y proximidad al mar hace que posea un clima extremo.



El tiempo en Sierra Nevada

23 de abril de 2015

EL PAJARO BLANCO DE VACARES.


Esta leyenta tambien es conocida como La Leyenda del Ave Blanca y es esto lo que cuenta: 

Hace ya muchos años, res cazadores de monteses, se perdieron en los laberintos de Sierra Nevada, y se encontraron, ya bien entrada la noche, en los precipicios que rodean a la Laguna de Vacares, de donde era imposible salir sin luz del día. Buscaron pues una oquedad en que guarecerse, y se prepararon a dormir al abrigo del refugio improvisado, quemandoalgunas ramas de sabina, de las muchas que crecían entre las breñas.

Era una noche tenebrosa. El cielo estaba cubierto de nubes, y temiendo el ataque de los lobos, acordaron que uno de los cazadores vigilara junto al fuego, mientras los otros dos se envolvían en mantas al alcance de la mano. Buen rato llevaba de centinela el cazador a quien correspondió el primer tercio de la guardia, cuando observó una lucecilla brillante y azulada. Se dio cuenta entonces, que la luz que tanto había llamado su atención, brillaba entre los ojos de un pájaro blanco, que le miraba fijamente.

Agarró fuertemente el cazador la carabina, y apuntando con cuidado, hizo fuego. La detonación retumbó de roca en roca como un trueno; se apagó de pronto la blanca lucecita, y del lugar donde el ave posaba sus patas, surgió una hermosísima doncella, vestida de blanco, que lo miraba sonriente, llamándolo con palabras de amor. Lo que pasara aquella noche entre el cazador extraviado y la mujer vestida de blanco, no ha sido posible averiguarlo.

Cuando, al amanecer, despertaron los otros dos cazadores, hallaron, junto a las cenizas de la hoguera, el fusil disparado de su compañero, y a pesar de registrarlas con cuidado, no lo pudieron encontrar entre las rocas que se acumulan en el cráter de la laguna, por lo cual dedicaron el día a recorrer una por una las angosturas de la Sierra, volviendo cerca del oscurecer a refugiarse en la misma guarida que les cobijó la noche antes. Se acostó bajo la roca el más joven de los dos, y comenzó el mayor la vigilancia, paseando, arma al brazo, junto a la hoguera chispeante. Un ruido extraño le hizo fijar la atención en una hermosa ave blanca, que en círculos espaciosos y pausados se cernía sobre él. En la frente de aquel pájaro brillaba un magnífico diamante, que despedía destellos azulados.

Repuesto de la impresión, apuntó con la escopeta e hizo fuego sobre el pájaro, que se transformó en una mujer admirable, ante la que cayó fascinado, de rodillas, el cazador de monteses. Cuando a la mañana siguiente despertó su compañero, se encontró sólo, absolutamente sólo, en la orilla de la Laguna de Vacares. Era el más joven de los tres cazadores un gallardo y valiente mancebo, de ojos negros y profundos, color sonrosado y oscura cabellera. Decidido a desentrañar el secreto de aquellas misteriosas desapariciones, se preparó a pasar la noche vigilante en la misma gruta que les había servido de refugio. De pronto, brilló una cosa blanca al otro lado del fuego; lo blanco tomó forma de ave; del ave surgió una hermosa figura de mujer. Ligera como el viento, y antes de que el cazador hubiera podido incorporarse, estaba a su lado la bella aparición, y tocándole con un dedo entre los ojos, y lo sumió en un profundo letargo.

¿Quién era esta singular y fantástica figura; este pájaro-mujer, que en tres noches sucesivas se había aparecido a los desorientados cazadores? Pues era, ni más ni menos, que el “pájaro blanco” de la Laguna de Vacares, que atrae con engaños hasta esta tumba de agua a los pastores, para sepultarlos en el fondo, donde los devora lentamente. Fija la ondina, mirando al cazador, fue presa de un estremecimiento misterioso, que la dejó sin movimiento. Se conmovió la hermosa cabeza del pájaro-mujer; latía su corazón con gran violencia, y cuando quiso arrastrar al joven hacia la laguna traicionera, notó una sensación extraña que nunca había experimentado.

- ¡Qué bello es! –se dijo-. ¡Qué ojos deben brillar bajo sus párpados! ¡Qué gran corazón albergará bajo su pecho! 

- ¡Este no! –murmuró sonriendo-. ¡Es lástima! ¡Tan joven! ¡Tan bello! ¡Casi un niño!